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Amenaza en lo profundo, debajo de la superficie del mar, algo se despertó...

A once kilómetros por debajo de la superficie del mar, algo se despertó;

y en el nuevo thriller de terror Amenaza en lo profundo, esto pondrá en peligro la vida de todos los que están a bordo de la plataforma perforadora Kepler.

Cuando la estación es atacada, Norah Price (Kristen Stewart) y un grupo de sobrevivientes deben llegar a su única salvación posible: una plataforma abandonada llamada Roebuck, con la esperanza de que el equipo de comunicaciones o las cápsulas de escape todavía estén en funcionamiento. Pero cuando comienzan su peligroso viaje por el fondo del mar, se dan cuenta de que algo los persigue...

Kristen Stewart es una actriz consumada cuya carrera se construyó en base a una combinación de importantes eventos cinematográficos y de historias íntimas e intrincadas de personas tratando de entender la vida. Famosa por películas como La habitación del pánico y la saga Crepúsculo, también trabajó en films tales como Seberg y Los ángeles de Charlie.

En esta entrevista, Kristen habla de los avatares de los complicados y pesados trajes de presión, de cómo se relacionó con sus compañeros de elenco y qué fue lo que la hizo decidir protagonizar la película en primer lugar.

¿Qué fue lo que te atrajo de Amenaza en lo profundo y te hizo decidir trabajar en la película?

El agua en general me da mucho miedo, así que pensé que era un proyecto interesante porque es una película sobre el instinto de supervivencia y de cómo la gente reacciona a las situaciones traumáticas. Trata sobre un grupo de personas que no se conocen bien entre sí y están tratando de encontrar una solución, pero que luego se dan cuenta de que se fueron a un lugar inaccesible al que nadie debería ir... de que han desenterrado algo realmente violento y antinatural, y peligroso. Al principio, me pareció que era una extraña película existencial y violenta sobre gente tratando de no morir, pero luego se convierte en una buena película de terror. Hacía mucho que no hacía una película de esta envergadura, y tenía ganas de hacer algo que no fuese una meditación intelectual obsesiva de cinco semanas, sino algo más físico y que fuera una buena película de suspenso, de esas que te tienen en vilo.

¿Pero también te deja entrar en la psicología de Norah y sus compañeros?

¡No me hubiese gustado hacerla si hubiera sido puramente un grupo de personas tratando de no morir! Trata de una chica que parece bastante cerrada y que literalmente se cerró de la manera más severa posible. Es una persona encerrada en sí misma, alguien sobre la cual uno piensa: ¿qué tipo de persona hay que ser para irse a trabajar al fondo del océano? Y luego uno se da cuenta a medida que transcurre la película que esta apariencia dura habla de alguien sensible y triste que en realidad se está protegiendo. Cuando la cosa se pone realmente fea y ella se encuentra con un grupo de personas, que hasta ese momento no le importaban en absoluto, de pronto le vuelve a resurgir la sensación de ser un ser humano. Todo esto no es una trama secundaria sino la motivación de por qué existe esta persona y de por qué estamos contando la historia de ella y su supervivencia.

¿Quisiste enfrentar tus miedos con la película?

Eso para mí es desde siempre algo muy atractivo, es casi un prerrequisito del trabajo: ¡el terror! A menos que algo me dé miedo, en general me parece que no es algo para mí, que no tiene sentido hacer la película. Así que en este caso, me puse uno de esos trajes por primera vez, que al principio tardó como veinte minutos. Después lo pudimos hacer más rápido. Pero las primeras dos veces tardamos como quince o veinte minutos en ponerlo y quince o veinte minutos en sacarlo. Y eso solo ya es como algo traumático. No podía creer que había accedido a eso. Y luego de solo pensar que iba a estar sumergida en el agua... cuando llegué a ese punto, porque un par de veces me pusieron un traje sumergible –y creo que algunos lo usaron muchas más veces– como los dobles, y los actores a los que les gustó la experiencia.

Estoy admitiendo que soy una persona dramática, y que me veo como alguien que puede tolerar y manejar estas situaciones, y que pone mucho de sí misma para hacerlo. Pero lloré de verdad, ahí metida en ese traje, odiándolo con toda mi alma. Así que uno de los grandes atractivos fue hacer algo que fuera difícil para mí, y hay ciertas cosas que uno, como actor, no quiere fingir. No quiero pensar que estoy realmente en peligro de morirme en una plataforma petrolífera submarina pero que al mismo tiempo me gusta sentir eso. Y esas cosas a veces se ponen en evidencia en la película. Si hubiera estado cómoda haciendo la película, no hubiese tenido sentido. Pensé que iba a ser divertido y resultó ser un infierno absoluto, lo que realmente ayudó a la película.

Tuviste que ver en la decisión del aspecto de Norah. ¿Qué quisiste darle al personaje?

La verdad es que fue una buena oportunidad, una excusa, para raparme. Era tan difícil meterse en esos trajes que era realmente mucho más fácil para mí que para Jessica [Henwick], que también estaba en la película, y tenía que meterse en el traje con toda su cabellera. Yo tuve que usarlos un poco más que ella, pero si me escuchaba decir eso, me mataba. Pero el aspecto reflejaba alguien espartano, alguien que no se gusta a sí misma en realidad, aunque eso no necesariamente represente a todos los que tienen la cabeza rapada. Para algunas chicas es algo genial, pero en el caso de este personaje, pensamos que ella era una persona un poco despojada, como los restos que quedan después de una tormenta, no le quedaba mucho, de modo que no le importaba para nada su aspecto. De modo que era más más fácil no ver a nadie en esa sociedad remota y estar rapada. William [Eubank, director] dijo: “pero vas a tener que blanquearte el cabello”. Y yo le dije: “¿y se tomaría el trabajo de decolorarse el pelo cada dos semanas?” Pero también estábamos haciendo una película de terror, y queríamos que tuviera un aspecto apropiado.

Tiene algo de Sigourney Weaver en el papel de Ripley… Es un guiño absoluto a la obvia inspiración.

Las tomas de efecto “seco para mojado” incluyeron trabajar con arneses. ¿Cómo fue eso?

En este caso en particular, recuerdo que los arneses estaban sujetos a los trajes, de modo que nos quitaban un poco del peso de encima, que no puedo explicarte lo que significaba para nosotros a la mitad de una toma tan larga. Nos dijeron: “les vamos a hacer las cosas más fáciles, las vamos a poner unos arneses para quitarles la mitad del peso de modo que puedan moverse durante más de dos tomas y así podamos filmar la escena que está en el guion”. Fue una cuestión de ensayo y error hasta encontrar la manera de filmar la película sin tener que estar sumergidos en el agua y lo logramos, sin duda. Pero fue tremendo. Para nosotros, que estábamos luchando con todo ese peso. Así que los arneses fueron un gran alivio. En general, te dificultan, pero en este caso les rogábamos: “por favor, póngannos los arneses, no nos molestan, lo vamos a hacer mejor”.

William Eubank ¿fue un buen director de actores y también un buen director de acción?

Siempre fue muy compasivo. Decididamente no era alguien que piensa que la actuación es el trabajo del actor, y que por eso debería ser fácil para ellos, y que lo hagan y listo. Siempre estaba dispuesto a ponerse en nuestro lugar. Un día vino al plató –y nosotros estábamos agotados y luchando por seguir adelante– y se puso uno de los trajes, porque quería entender nuestra situación. A ese nivel, fue muy comprensivo con nuestras dificultades. Fue ingenioso para encontrar maneras para que pareciera que estábamos sumergidos en el agua cuando no lo estábamos. Me quedé muy impresionada con él por eso. Además, era un guion muy exiguo y no había mucho lugar para incluir narrativa en una película que empieza con una explosión. Empezamos la película en el medio de la acción y el guion era todo así. Así que sabíamos que teníamos que imbuirlo de algo que hiciera que estas personas existieran, y él siempre era consciente de eso.

¿Cómo los vinculó esta experiencia a los integrantes del elenco?

La verdad, mi parte preferida de la película es cuando Paul [TJ Miller] mira al cielo y maldice la vida. Eso no era para nada parte de la escena ni estaba en el guion. Estábamos siempre metidos en nuestros personajes, pero nos sentíamos unidos por las dificultades que implicaba hacer la película. Además, estábamos en Nueva Orleáns y teníamos un equipo de filmación extraordinario, dedicado e increíblemente atento que nos apoyaba. Hicieron más de lo normal, nos cuidaron. Nos divertíamos mucho antes y después del trabajo.

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